Una mezcla rara entre sal y derrota.

Una mezcla rara entre sal y derrota.

Tú sabes cuál es.


Ese short que ya perdió el color original, que tiene el resorte flojo, una ligera transparencia sospechosa en la entrepierna… y un olor que no sabes si es sudor acumulado de tres maratones, un fondo de locker húmedo o una mezcla rara entre sal y derrota.

Y aún así: lo sigues usando.
No importa cuántos shorts nuevos tengas. Ni si hay uno más ligero, con bolsitas escondidas, con tela antibacterial o lo que quieras. Cuando tienes que correr serio, o simplemente necesitas sentirte tú, eliges el viejo confiable.

Y es que no es solo un pedazo de tela.
Ese short tiene historia. Ha estado ahí en todas:

Cuando te fue cabrón y cuando te fue del carajo.
Cuando te rompiste el lomo entrenando para tu primer medio.
Cuando te empapaste en esa carrera con lluvia torrencial.
Cuando corriste crudo, herido, enojado, feliz o con el corazón hecho trizas.
Cuando no querías salir pero saliste.

Y sí… ya huele feo. Como a pescado, a río contaminado, o a algo que no debería estar en contacto con tu piel. Pero lo lavas y lo vuelves a usar. A veces hasta lo sacas al sol con bicarbonato, como si con eso pudieras exorcizar los malos espíritus del sudor pasado. Spoiler: no siempre funciona.

Pero es tu short. Es tu historia.
Hay algo raro y medio bonito, en cómo los corredores nos aferramos a la ropa que ha estado con nosotros en los momentos clave. No se trata de nostalgia barata. Es más como una conexión práctica-emocional que se gana con el tiempo.
El short ya te conoce. Ya sabe cómo te mueves. Ya cedió en los lugares correctos. Ya tiene tu forma, tu olor (desafortunadamente) y tu energía.
Y por eso, aunque esté medio podrido, te da una confianza que no te da la ropa nueva.

Porque los shorts nuevos podrán ser más bonitos, más aerodinámicos, más caros…
Pero no tienen cicatrices.
No tienen memoria.

Y claro, afuera la gente te puede decir: “ya tíralo”, “da pena”, “eso huele a muerte lenta”.
Pero si eres runner, entiendes. No es solo ropa: es parte de lo que te hizo corredor.

Así que sí, puede que algún día lo tire.
Cuando se desintegre.
Cuando ya no se pueda ni levantar del canasto de ropa sucia por su cuenta.

Pero mientras tanto, ahí va a estar.
Dándome lo que ningún short nuevo puede darme:
Historia, confianza, y un ligero olor a esfuerzo acumulado.
O a pescado. Aún no lo sé.

Back to blog

Leave a comment