Juntos, solos o mal acompañados.

Juntos, solos o mal acompañados.

Hay un dicho que dice: “mejor solo que mal acompañado”. Y sí, aplica para las citas, para las amistades tóxicas… y también para salir a correr.

Porque mira, correr sola tiene lo suyo. Es como tener tu propio reality show: tú decides la música, el ritmo, si hoy vas a correr como gacela o como tortuga con gastritis. Nadie te juzga. Hay días en los que ese silencio, solo con tus tenis y tus pensamientos, se siente como terapia barata.

Luego está correr acompañado. Y ahí sí, la cosa cambia. De pronto los kilómetros se vuelven pláticas: de la vida, del crush, del chisme más reciente. A veces ni te das cuenta y ¡zas! ya corriste más de lo planeado. Pero también puede ser un arma de doble filo: porque qué tal si tu “compañerito” empieza con el “¿ya vamos a parar?” desde el minuto dos, o peor, el que parece estar entrenando para Tokio 2025 y te deja sintiéndote como si hubieras fumado toda tu vida. Eso, señores, es correr mal acompañado. Y créeme: nada mata la motivación más rápido que la compañía equivocada.

Y aquí entra la joya de la corona: correr en comunidad. Los famosos social runs, pertenecer a un equipo, una manada, una tribu… llámale como quieras. Es increíble cómo, de la nada, ya tienes porristas oficiales para cada carrera. Gente que grita tu nombre, que te saca la selfie sudados pero felices, que te comparte electrolito como si fuera agua bendita. Y sí, cuando corres en grupo, la dinámica cambia: los kilómetros vuelan, las risas sobran y hasta la flojera se esconde, porque ¿cómo vas a quedar mal con toda la tribu?

Correr con un grupo es como entrar a un club secreto, pero con shorts y calcetas compresoras. Te sientes parte de algo más grande, de una locura colectiva que, por alguna razón, hace que madrugar y sufrir en cuestas parezca divertido.

Así que sí, correr solo tiene magia, correr acompañado puede ser increíble (o terrible) y correr en comunidad es otra liga. Al final, lo importante es que encuentres tu forma de disfrutarlo. Porque juntos, solos o mal acompañados… lo que cuenta es seguir corriendo.

Y si un día te toca la compañía equivocada, tranquilo: siempre habrá otra carrera, otro grupo… o tú, con tus tenis, corriendo libre.

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