
Amor y running: el cardio no es casualidad
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Se dice que muchos runners nacen de un corazón roto.
Y yo no sé si sea verdad, pero hay cosas que sí son sospechosamente frecuentes:
De repente alguien empieza a correr todos los días: recién soltero.
Se inscriben a una carrera justo después de que les dijeran:"no eres tú, soy yo".
Empiezan a subir fotos de sus tenis, sus entrenos, sus madrugadas… justo cuando desaparecen las fotos de pareja.
Yo solo digo que deberíamos empezar a llamar a esto por su nombre: cardioterapia.
Porque sí, correr sana. Sana porque hay algo en el movimiento que saca lo que duele.
Porque no hay mejor exorcismo que un long run escuchando música cortavenas, con el sudor confundido entre lágrimas (aunque digamos que era por la humedad).
Porque correr te distrae, pero también te enfrenta. Y cuando no hay con quién hablar, el cuerpo habla solito.
Pero también… hay que decirlo: el running ha sido víctima de muchas irresponsabilidades afectivas.
No es justo que esta actividad tan bonita tenga que cargar con la crisis de todos los corazones rotos.
No es justo que las pistas estén llenas de gente que solo quiere huir (y no precisamente para mejorar su VO2 max).
Y no es justo que, en medio de una carrera, uno se enamore de alguien solo porque nos ofreció agua y dijo “ánimo” con voz de ángel.
Si vas a entrar al mundo del running por despecho, mínimo respeta los códigos.
No te metas con quien entrena en serio.
No confundas ir ahogada con mariposas en el estómago.
Y sobre todo: si no quieres nada serio, no digas que vas a acompañar al otro en sus repeticiones.
Y bueno, ya que estamos hablando de amor y running, también están esas escenas que todos hemos vivido:
Te unes a un equipo de running en busca del amor… y todos los del equipo son casad@s. Y fieles. Y con tres hijos. Y tú ahí, estrenando short y el corazón abierto.
Quedas de correr con tu crush pensando que es una cita… y cuando llegas ya están ocho personas más. Tú con tu mejor outfit, doble desodorante y la playlist emocional lista. Spoiler: solo hubo fartleks.
Por fin corres al mismo pace que tu crush… pero vas tan bofeado que no puedes ni decirle “hola”. Solo respiras como si te estuvieran exorcizando. Y él/ella pensando que estás molesto. No, querid@, solo estoy muriendo.
Te ilusionas con alguien que dice que le gusta ir lento… y tú ya lo habías notado en Strava. Spoiler: hablaba de la vida, no del pace. Tú soñando con fondos largos. Él con conversaciones de una vez al mes.
Te enamoras porque alguien te dio agua en el kilómetro 18. Lo viste como una señal. Él solo era voluntario. Tú ya escribiéndole a tus amigas: “creo que ya lo encontré”.
Correr es amor del bueno. Aunque a veces empiece con despecho, se convierte en una forma de quererte bonito, de reconstruirte, de volver a ti. Y sí, también te puede llevar al amor del otro. O al menos, a una muy buena historia para contar en un blog un jueves.
Ahora, la pregunta del millón:
¿El running está de moda o hay falta de responsabilidad afectiva?
La verdad: ambas. Y se están inscribiendo al 10K del domingo.