Post maratón: la cruda verdad

Post maratón: la cruda verdad

Cruzar la meta de un maratón es un momento extraño. Por fuera sonríes, levantas los brazos, recibes medallas, te toman fotos. Por dentro, tu cuerpo grita: ¡ya basta!. Cada músculo duele, los pies se sienten como bloques de concreto, y tu mente todavía intenta procesar todo lo que pasó en esas horas. 

En el camino hubo momentos gloriosos. Los últimos kilómetros, donde parece que todo tu esfuerzo se convierte en energía pura. Las palabras de desconocidos que de repente se vuelven aliados: un ¡tú puedes! que cala hasta los huesos. Ese instante exacto en que cruzas la meta y sientes que tu corazón puede explotar de orgullo y de alivio al mismo tiempo.

Pero luego llega la cruda. Esa ducha fría que nunca parece suficiente, los shorts pegados al sudor, el hambre que devora todo a su paso, y un silencio incómodo donde tu cuerpo solo quiere desplomarse en el sofá mientras tu cabeza sigue recorriendo la ruta en replay, recordando cada kilómetro, cada caída, cada sonrisa, cada lucha interna.

Los días posteriores no son fáciles. Caminar se convierte en un pequeño desafío, sentarse y levantarse duele más de lo que pensabas, y el cuerpo parece recordarte en cada movimiento que lo llevaste al límite. Ahí es cuando aparecen los rituales de recuperación: estirar despacio, masajear músculos adoloridos, hidratarte como si el agua fuera un elixir sagrado, y sí, también repetir mantras: un paso a la vez, todo lo que hice me llevó hasta aquí

Hay algo más que sorprende: el vacío que llega después de tantas semanas de preparación, de madrugones, de kilometraje, de obsesión. La meta está alcanzada, el esfuerzo entregado, y de repente te preguntas: y ahora qué?. Es normal sentirlo. Es parte del proceso.

En esos días aprendes a escuchar tu cuerpo y tu mente como nunca antes. Te das cuenta de lo frágil y fuerte que eres a la vez. Te das gracias por cada entrenamiento, por cada zancada, por cada momento de dolor que te hizo llegar hasta ahí. Te das cuenta de que, aunque la euforia de la meta dura poco, la transformación que ocurrió dentro de ti es permanente.

Post maratón no hay glamour, no hay filtros, no hay fotos perfectas (aunque seguro tengas un par en Instagram). Solo hay realidad cruda, honestidad brutal, y una sensación de plenitud que no se puede describir con palabras. Y, aunque jures que nunca más correrás 42 kilómetros, algo dentro de ti ya sabe que volverás. Porque el dolor es terrible, pero la sensación de haberlo hecho… no tiene comparación.

Bienvenido al post maratón: un rito de sacrificio, resistencia y gratitud. Un momento donde descubres lo que tu cuerpo puede soportar, lo que tu mente puede sostener y lo que tu espíritu es capaz de celebrar. 

Autor: M Pilar Villanueva Suárez.

Fotos: Jorge Becerra Martínez.

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1 comentario

Excelente descripción de un después de un maratón. Jajaja yo no corro pero lo veo, lo vivo, lo comparto, lo apoyo con mis familiares que corren, con mis campeones de casa. Dolor, orgullo, satisfacción y una sensación de dar más, de seguir adelante

Lupita Suárez

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