
Cómo terminé corriendo un maratón por error (y cómo eso me cambió la vida)
Share
por Jorge Becerra
Kilómetro 38 del Maratón de la Ciudad de México 2023.
Las piernas pesan como si cargaran concreto.
La cabeza me da vueltas.
No hay música, no hay pensamiento claro. Solo una pregunta:
¿Qué chingados estoy haciendo aquí?
Recuerdo exactamente cómo empezó esta locura: le mandé mi inscripción a mi entrenador, emocionado, pensando que estaba anotado para el medio maratón.
Su respuesta:
—¿Maratón mi Jorge? ¿Ya de plano?
Mi reacción fue automática:
—¿Ah chinga? Según yo era el medio. Déjame revisar...
Y sí. Efectivamente me había inscrito al maratón completo, sin darme cuenta. (Pero esa historia merece otro blog... si quieren que la cuente háganmelo saber en los comentarios)
Lo que creí que iba a ser mi primera carrera oficial… terminó siendo 42.195 km de sufrimiento y redención.
Pero si de verdad quiero contar cómo llegué hasta ahí, tengo que ir mucho más atrás.
La carrera que me enseñó a odiar correr
Tenía 10 años. Iba en quinto de primaria, en una escuela en Morelia.
Ese día había carrera escolar, creo que de un kilómetro. Tal vez menos. Pero no era opcional. Había que correr sí o sí.
Yo estaba emocionado. Me imaginaba saliendo disparado y dejando a todos atrás.
Me creía invencible.
Sonó el silbato, arranqué con fuerza… y a los pocos segundos alguien me pisó el talón.
Caí al pavimento.
Y como todos veníamos amontonados, varios compañeros pasaron encima de mí.
Uno me pisó la cabeza. Literal.
Me raspé las rodillas, me salió un chichón en la frente, me dolió todo… pero lo que más me dolió fue el ego.
No terminé la carrera.
Esa fue mi primera experiencia con el running. Y no podía haber sido peor.
Desde entonces, correr era sinónimo de dolor y humillación.
Y así fue quedando enterrado.
Correr para verme bien
A los 20 años, vivía otra etapa.
Estaba obsesionado con el gimnasio, con el cuerpo marcado y los batidos de proteína.
Como parte del cardio, corría en la caminadora.
Corría unos 6 km, no recuerdo ni el tiempo ni el ritmo, pero me acuerdo de que me gustaba.
Era una sensación de control, de estar haciendo lo correcto.
Pero no corría por gusto… corría por estética.
Después lo dejé. O más bien, la vida me fue llevando por otros caminos.
El infierno veracruzano
A los 27 o 28 años, estaba viviendo en San Andrés Tuxtla, Veracruz.
No me pregunten por qué. Es una etapa de la que prefiero no hablar.
Pero ahí, entre humedad, decisiones cuestionables y un bajón anímico importante, intenté correr otra vez.
Fue horrible.
No tenía condición.
El físico que tanto me costó construir ya se había ido.
Las rodillas dolían. El calor era insoportable. El ánimo, inexistente.
Lo odié con toda mi alma.
Y me rendí casi al instante.
La insistencia de mi novia
A los 36 años, ya en la Ciudad de México, mi novia —corredora desde hace años— me insistió en que intentara correr con ella.
Yo estaba metido en la fiesta, el desmadre, el ritmo nocturno.
Me encantaba esa vida. O eso creía.
Cada vez me iba metiendo más profundo en un túnel oscuro.
Desvelos eternos, crudas de 72 horas, una inercia que me arrastraba y me vaciaba.
Corrí con ella un par de veces. No me gustó. Me sentía torpe, sin energía, sin alma.
Y lo dejé otra vez.
Pandemia, caminadora y redención
Durante la pandemia, mi novia se lesionó la rodilla y compramos una caminadora para que pudiera hacer su rehabilitación en casa.
Y fue ahí, casi sin planearlo, que me subí otra vez.
La sensación me llevó directo al recuerdo del gimnasio, cuando tenía 20.
Y sin darme cuenta, empecé a trotar.
Un día sí, otro no.
Mi condición era pésima.
Estaba pasado de peso.
Seguía bebiendo y desvelándome como si tuviera 25.
Pero correr en esa caminadora, enclaustrado por el encierro, casi obligatorio, me daba paz.
Me hacía sentir que podía recuperar el control.
Y un día, decidí salir a la calle.
No sabía qué esperar.
Pero lo que pasó fue la gran sorpresa de mi vida: por primera vez, correr afuera me gustó.
El cambio
Empecé a correr más seguido.
Entré a un equipo. Me salí. Entré a otro (en el que sigo actualmente).
Las fiestas ya no eran diarias.
Correr, poco a poco, fue ganando.
Hasta que, a finales de 2022, me encontraba más preocupado por mis entrenamientos que por los planes de la peda.
Fue en ese momento que decidí inscribirme al medio maratón CDMX… y ya sabes lo que pasó: me inscribí, sin querer, al maratón completo.
El maratón que cambió mi vida
Pensaba que cruzar la meta sería una escena épica.
Brazos arriba. Grito de victoria. Lágrimas de emoción.
Pero no.
Llegué temblando, con la mirada perdida, en un estado casi de trance.
Destruido.
En shock.
Con una sola pregunta en la cabeza:
¿Por qué chingados hice esto?
Pero en el fondo… sabía la respuesta.
Porque lo necesitaba.
Ese maratón no solo me rompió el cuerpo, también me abrió el alma.
Me hizo entender que correr ya no era algo que odiaba.
Ni algo que hacía para verme bien.
Ni un intento fallido más.
Ahora era algo que me salvaba.
Y desde entonces…
Dejé la fiesta.
Bajé de peso.
Empecé a dormir mejor.
Mi mente se aclaró.
Y con mi novia creamos una marca que nació de ese proceso: Cultë.
Después del maratón CDMX, corrí mi segundo maratón en Valencia 2024.
Y voy por el tercero en Chicago 2025.
Hoy soy corredor.
No porque sea rápido, ni porque gane medallas, ni porque tenga marcas espectaculares.
Soy corredor porque el running me cambió la vida.
Y estoy convencido de que puede cambiar la vida de cualquiera que se atreva a intentarlo.
Una última cosa
Si tú también sientes que estás dando vueltas y vueltas, que no encuentras rumbo, que hay algo que falta, corre.
No importa si empiezas en caminadora.
No importa si te duele todo.
No importa si te caíste en tu primer intento.
Corre.
Porque a veces, lo único que necesitas para recuperar el control es dar el primer paso.
4 comentarios
Eres inspiración ✨
Wow Que buena e inspiradora historia!
No cabe duda que hay fondo y sentido en CULTË.
Enhorabuena por descubrir un nuevo rumbo en la vida.
Felicidades me encanta su blog y quiero saber la otra historia esta me encantó, no lo sabía
Me encantó!!!, que historia tan llena de lucha y amor, no sólo a correr sino a tí mismo, a una vida plena.
Ojalá a más de una persona le motive a correr, a moverse de su zona de confort o de “horror”. A seguir cambiando vidas. Un abrazo por este gran proyecto Cultë a tu novia y a ti